Por Jesús Barbero. 

Desde hace miles de años que los perros están con nosotros, el hombre empezó a criar a los perros con un fin especìfico, la función que deseaban realizara para ellos. Unos se dedicaban a la caza, otros al pastoreo, otros ayudaban a tirar de carromatos o trineos, incluso se usaban para la guerra.

Sin embargo, desde hace unos 150 años, empezó a cambiar este proceso dando lugar a la selección de perros por motivos estéticos, con la aparición de los estándares por los que se regían las diversas razas. Hoy en día, se calcula que existen más de 400 razas de perros en el mundo, aunque sólo 300 están reconocidas oficialmente.

Este cambio en la cría selectiva, basado en aspectos morfológicos, como las orejas grandes y caídas, los morros chatos y el abundante pelo que les cubría la cara, restó a los perros herramientas para su comunicación entre sí, perdiendo puntos respecto a sus parientes los lobos. Pero no sólo les ha perjudicado en este aspecto, sino también en lo referente a su salud, pues los perros que tienen el morro aplastado, como los bulldog, suelen tener problemas de respiración, padeciendo enfermedades como el asma, o los que tienen las patas anormalmente cortas como los teckels. A los Cocker spaniel y los Basset hound se les suelen meter espigas en las orejas y tienen problemas de otitis, precísamente por el exagerado tamaño de sus orejas. 

Esto, que nos puede parecer muy simpático y atractivo a los seres humanos, ha perjudicado en gran medida a los perros.